Delicia turca
Viajaba en un
vuelo de Estambul a Antalya, pretendía llegar hasta el complejo turístico de
Kemer, a unos 30 km. de la ciudad, donde tenía una cita con una amiga rusa que
llegaba igualmente a Turquía ese día, había comprado el vuelo un día antes y el
de Antalya justo después de llegar al aeropuerto de Estambul. Como se puede ver, no era un viaje previsto,
la razón obedecía a que cuatro días antes mi amiga rusa me había escrito un
mail diciéndome que se iba a Turquía de vacaciones y me invitaba a ir también y
vernos allí. Así que le envié un correo
de vuelta pidiéndole en nombre del lugar donde iba y en qué hotel se
hospedaba. Recibí la respuesta dos días
antes del viaje, por eso sólo pude comprar el vuelo el día anterior.
Ahora me
encontraba embarcado y preparado para darle una sorpresa a mi amiga, no le
había dicho que tuviera el billete de avión en mis manos y dudo que se le
hubiera pasado por la imaginación que podría llegar a Kemer el mismo día que
ella. El vuelo iba con pocos pasajeros,
pero tuve la suerte de que a mi lado se sentara una chica joven y atractiva.
Iniciamos el
vuelo y mi compañera, que iba el lado de la ventanilla, no dejaba de mirar hacia
ese lado, obviándome por completo. Creo
que no deseaba conversación y para evitar cualquier intento mío de aproximación
miraba continuamente para el otro lado.
Desde luego no podía dejar pasar esta oportunidad que me brindaba la
suerte y le hablé. Creo que simplemente fue un comentario, pero ella respondió
primero girándose hacia mí y después
contestándome amablemente. Seguramente
pensaba que era turco, pero al hablarle en inglés se dio cuenta de que era
extranjero y su actitud cambió notoriamente. Yo le dije que en principio
también tuve mis dudas si ella era turca, pues lucía una hermosa cabellera
rubia, cosa nada común en Turquía.
No tardamos
nada en romper el hielo.
El vuelo
duraba una hora, se podría decir que desde el momento en que empezamos a hablar
no paramos hasta que el vuelo tomó tierra.
También se podía decir que si Selín, que así se llamaba, me había
gustado en el momento de iniciar el vuelo, al aterrizar me gustaba mucho
más. Selín era una de las chicas más
dulces que nunca había conocido.
A su pregunta
de dónde pensaba ir, le tuve que explicar un poco lo que pensaba hacer, por
supuesto sin mencionar la cita con la amiga rusa en Kemer, únicamente le dije
que me proponía recorrer parte del litoral sur.
Me preguntó si pensaba llegar hasta Alanya, su ciudad, también en la
costa y a dos horas y media de Antalya en autobús. Al decirle que en principio no estaba en mis
planes, de hecho era la primera vez que escuchaba el nombre de la ciudad, ella
me animó a ir. Eso lo cambiaba todo,
desde ese instante sí que me interesaba.
Naturalmente no lo afirmé con rotundidad, dije que intentaría ir, aunque
si apostillé que ahora que la conocía a ella no podía dejar de visitar Alanya. Entonces lo que hizo Selín fue anotarme su
número de teléfono para que la llamara en cuanto llegara. Ella estudiaba en Estambul y justo acababa de
terminar el curso, regresaba de vacaciones a su ciudad, de modo que tendría
tiempo para enseñarme todos los lugares interesante que había allí.
En la recogida
de equipajes (abierta a los no pasajeros también) Selín me presentó a sus
padres que habían ido a recogerla.
Mientras esperábamos estuvimos hablando un poco, lo suficiente para
darme cuenta que sus padres eran igualmente encantadores. Al conocer que iba a pasar un tiempo de
vacaciones ellos mismos me invitaron también a ir a Alanya. Cada vez tenía más claro que no podía
perderme ese lugar.
Nos despedimos
fuera del aeropuerto, íbamos en direcciones opuestas, pero el padre de Selín se
tomó la molestia de buscar el minibús para llegar a Antalya y decirle al chofer
donde deseaba yo bajarme. La cita con la
rusa en la playa de Kemer, lugar que no conocía de nada, me ilusionaba mucho,
pero no niego que en algún momento antes de despedirme de Selín dudé en cambiar
de planes e irme directamente con ella hasta Alanya.
Mi estancia en
Kemer con la amiga rusa fue sensacional, pero ese es tema de otro
episodio. Después de ocho días ella
regresaba a su país y yo me quedaba solo de nuevo, en otras circunstancias
hubiera sentido cierta añoranza, pero en ese momento sólo sentí una nueva
ilusión activándose en mis sentidos. Dos
días antes hice una llamada a Selin, creo que no la esperaba, noté que la
sorprendí, además me confesó cuánto la alegraba mi llamada. Me preguntó si pensaba ir a Alanya, le dije
que estaba cerca de Antalya, que llegaría en un par de días y que en cuanto
llegara tomaría directamente un autobús para Alanya. Volvió a repetirme que la llamara en cuanto
llegara.
Nada más dejar
a mi amiga en el autobús que la llevaba al aeropuerto regresé a mi habitación,
cogí el equipaje y partí también. Un
autobús me llevó hasta la estación de autobuses de Antalya y allí tomé otro que
salía poco después para Alanya.
Llegué a la
ciudad poco después del mediodía. Nada
más poner los pies en tierra busqué una cabina telefónica y llamé a Selín, ella
no ocultó la alegría al verificar que había llegado. Alanya era una ciudad tipo Salou, vivía del
turismo de verano, por lo tanto estaba llena de hoteles y turistas, alemanes en
su mayoría. Le pregunté dónde podía
quedarme, Selín me sugirió que si no me parecía mal, podía quedarme en el hotel
de su padre, tenía un hotel cerca de la playa donde se alojaban los turistas de
viajes organizados. Por supuesto le dije
que si, que me parecía estupendo, entonces me dio el nombre del hotel y la dirección
para que se lo diera al taxista. Quedamos en encontrarnos allí.
Fui el primero
en llegar, así que antes de tomar habitación esperé a Selín en la recepción,
luego los dos manifestamos una sincera alegría al encontrarnos de nuevo. No podía decirse que Selín fuera una chica
despampanante, era guapa, con más aspecto de escandinava que de turca, pero sus
dos grandes atractivos eran su encanto y la exquisita dulzura de su carácter,
suficiente para entusiasmar a cualquiera, más aún teniendo en cuenta la
maravillosa juventud de sus 19 años.
Fuimos juntos
hasta el mostrador de la recepción, el hotel era de tres estrellas, uno más de
tantos en la playa. Me registré sin
preguntar el precio, sólo después de haber escrito mis datos le pregunté al
recepcionista cuánto costaba por noche.
Él me miró un par de segundos antes de decirme que lo había llamado el
jefe para decirle que me hacía un precio especial de 20 € por día, donde además
de la habitación iban incluidos desayuno y cena buffet. ¡Wow, qué suerte!, pensé. El precio era una ganga, el padre de Selín
empezó a caerme muy bien. La miré a ella sorprendido y agradecido por el
detalle de su padre.
¿Cómo sabía tu
padre que estaba aquí?, le pregunté.
Cuando
llamaste –respondió- estábamos en casa y le dije que acababas de llegar,
también le dije que te ibas a hospedar en el hotel y que habíamos quedado aquí.
Allí mismo en
la recepción empezamos a hacer los primeros planes, serían sobre las tres de la
tarde y Selín comprendió que debería estar cansado del viaje y necesitaba
descansar, dormir un poco, de modo que quedamos a última hora de la tarde. Ella
pasaría a recogerme por el hotel.
Salimos en la
noche a la zona de ambiente, bares y discotecas, cercana al paseo marítimo. Al
ser el mes de julio había muchos turistas, con lo cual tanto en el paseo
marítimo como en los locales había bastante gente, primero tomamos un trago en
uno de los bares, después subimos a bordo de una de las goletas amarradas al
puerto utilizadas como bar, y por último fuimos a la discoteca, una disco
enorme a cielo abierto y que parecía ser el lugar de moda.
Fue una noche
muy agradable, Selín me presentó a sus amigos, seguramente todos “hijos de
papá” por el dinero que manejaban, pero al igual que la mayoría de los turcos,
gente amable y sociable. Al final de la
noche nos despedimos de sus amigos y después de un corto paseo tomamos un taxi
al hotel. Durante toda la noche había
estado deseando besar a Selín, intuía que yo le gustaba, pero el hecho de estar
en un país musulmán me impedía dar muestras públicas de mis deseos, ni siquiera
de una aproximación o un roce de su cuerpo, todo cuanto me aventuré fue a
colocar mi mano en su cintura de forma circunstancial. Turquía se había modernizado mucho desde mi
primera visita, en las ciudades grandes han adquirido costumbres europeas, pero
en el fondo seguían siendo musulmanes y había que guardar la compostura.
Al llegar a la
puerta del hotel Selín le dijo algo al taxista y éste paró el motor del coche. Selín se bajó conmigo para despedirse, nos
quedamos de pie en la parte trasera, solos, en silencio y rodeados de
oscuridad. Que se bajara del coche para
prolongar nuestra despedida era un signo bastante revelador, por lo que ya no
ví motivo para seguir conteniendo mis deseos, estábamos los dos tan cerca que
sólo tuve que inclinarme un poco para llegar a sus labios. Ella recibió el beso de la misma forma que yo
se lo había dado, en principio mesurado, pero de inmediato con entusiasmo y
fogosidad. Ese fue el límite, poco
después subió de nuevo al taxi y partió hacia su casa.
Quizá no pueda
decirse que la noche fue completa, pero entré al hotel con la emoción de haber
conseguido algo excepcional.
Habíamos
quedado que a la mañana siguiente Selín pasaría por el hotel para llevarme a la
playa, y a eso de las once allí estaba.
Llamó por teléfono desde la recepción en cuanto llegó y bajé preparado,
es decir, en bañador y con toalla.
La playa me
descubrió un lugar bastante agradable y bello con el mar azul, la arena blanca
y la vegetación de árboles y jardines detrás,
la playa también me descubrió otra emocionante visión: Selín en bikini.
Juntos allí, parecíamos dos turistas más, incluso ella, con su pelo rubio y
blanca piel, parecía más extranjera que yo.
Comimos en el
hotel, ella misma se encargó de ir a la cocina y pedirle al cocinero que nos
hiciera algo, que luego comimos en el salón donde habíamos estado jugando al
billar mientras esperábamos. Después
pasamos a la piscina y nos tumbamos a dormir un poco de siesta. El resto de la tarde la pasamos allí, tomando
el sol y jugando en la piscina. Al
atardecer regresó a su casa, quedamos que volvería para la cena, que cenaríamos
juntos en el hotel y después saldríamos por ahí.
A la hora
prevista llegó al hotel, pero no lo hizo sola, sino con sus padres. Ellos
también iban a cenar con nosotros.
Cenamos los
cuatro en una esquina de la terraza del restaurante, era nuestra primera cena,
pero la verdad que fue todo tan natural y distendido como si hubiera sido un
viejo conocido. Los padres de Selín eran
amables, familiares, encantadores. Muy
pocas veces había tenido la ocasión de cenar junto a los padres de una chica
después del primer día de haber salido con ella, pero aquí todo parecía lo más
natural del mundo, tenía que recordarme a mi mismo que estaba en Turquía para
dar más valor a lo que estaba viviendo. Y terminada la cena nos despedimos para
salir en la noche, deseándonos sus padres que lo pasáramos bien, tan
tranquilamente.
Verdaderamente
procuramos seguir el consejo de los padres desde el momento en que nos quedamos
solos, tomamos un taxi y Selin me llevó a una terraza idílica, se encontraba situada
en la parte alta de la ciudad a modo de balcón sobre el mar con una vista
panorámica del puerto y del paseo marítimo, que iluminado por la noche adquiría
una belleza especial. La terraza era un
pequeño parque de setos, jardines y árboles, entre los cuales había mesas
intercaladas, un lugar para la relajación observando bucólicas vistas o, como
era nuestro caso, el lugar perfecto para pasar inadvertidos del mundo.
Escogimos una mesa alejada de la entrada, oculta entre la oscuridad y los
setos, junto al muro desde el que se divisaba una preciosa vista de la bahía,
las únicas luces existentes eran las colocadas sobre el suelo para señalar el
camino, la llama de la vela en el centro de la mesa y las estrellas en el
cielo.
Aquí tuvimos
la segunda aproximación, juntamos nuestros sillones, después nuestros rostros, luego
nuestros labios… permanecimos muy juntos durante todo el tiempo, la noche y su
oscuridad fueron perfectas aliadas del cariño que deseábamos demostrarnos. Fue como volver a los 18 en la sala de cine,
en el parque, en la oscuridad de un rincón de la discoteca, tratando de
aprovechar cualquier recurso para sacar los sentimientos y la pasión en la que
iban envueltos.
De allí
regresamos a la zona de ambiente junto al paseo marítimo. Esta vez subimos a una goleta utilizada como
discoteca, aquí eran todo turistas extranjeros, de forma que nos mezclamos con
ellos como dos turistas más, con su misma libertad y despreocupación. Entramos cogidos de la mano y una vez dentro
bailamos, nos abrazamos y nos besamos como cualquiera de los demás turistas sin
que nadie nos tuviera en cuenta. Fue una noche feliz, si cabe un poco más que
la anterior, pues se había producido un notable progreso en nuestra relación.
A altas horas
de la madrugada tomamos un taxi al hotel.
Al llegar, de nuevo Selín le dijo
algo al taxista y éste paró el motor del coche.
Descendimos del taxi y nos quedamos de pie junto a la parte trasera,
mudos, pero con un brillo en la mirada que destacaba en la oscuridad. Nos cogimos de las manos, acercamos nuestros
cuerpos, nos miramos sin decir nada, sonriendo con cierta tristeza, pues había
llegado el momento que ninguno deseaba, la despedida. Selín soltó las manos para cogerse a mi
cintura y apoyar su rostro en mi pecho por unos instantes, creo que fue su
forma de darme las gracias.
Cuando la vi
meterse en el taxi y partir hacia su casa, me quedó una sensación agridulce muy
intensa, por un lado me quedaba con la amargura de perder su compañía, pero por
otro con la felicidad de haber vivido los momentos de esa noche junto a ella.
Para el día
siguiente teníamos el mismo plan, Selín vendría a buscarme al hotel. Había bajado a desayunar, pero después
regresé a la habitación para seguir descansando un poco más. A las once de la mañana me levanté, me duché
y me dispuse a esperar la llamada de Selín.
Tardaba un poco en llegar, aunque pensando en las horas en que nos
habíamos ido a dormir era lógico. Entretanto llamaron a la puerta. Imaginé que sería de nuevo la señora de la
limpieza de habitaciones, había pasado antes para preguntar si limpiaba la
habitación, le había dicho que no, quizá
quería volver a preguntarme. Para mi sorpresa no era la señora de la limpieza
quien estaba allí, sino Selín.
Esta vez, en
lugar de llamarme cuando llegó al hotel, subió directamente a mi
habitación. La hice pasar y una vez
dentro, a solas, le dí un beso de bienvenida.
Dejó el bolso sobre una silla y nos sentamos sobre el borde de la cama
para charlar. Hablamos de la noche
pasada, de cómo nos habíamos levantado por la mañana, en fin, de esas cosas que
se suelen hablar como preámbulo a lo verdaderamente interesante. Creo que al estar cerca el uno del otro los
dos volvimos a recuperar la sensación de la noche anterior en nuestra
despedida, yo notaba como un calorcillo agradable iba subiendo hasta mis
orejas, en realidad era la emoción quien ascendía por todo mi cuerpo. Estábamos tan cerca que los dos podíamos
percibir el calor del otro. Inevitablemente
nuestras bocas se unieron.
Después unir
las bocas ansiosas, a continuación fueron nuestros cuerpos quienes se pegaron
atraídos por una fuerza irresistible, la atraje hacia mí abrazándola y los dos
perdimos el equilibrio, cayendo sobre la cama.
Iniciamos lo
que podría haber parecido una lucha, pues rodamos en la cama, saltamos, nos
incorporamos y volvimos a caer, sin dejar de estar enredados en uno en el
otro. Fue como una explosión de
sentimientos y alegría al poder gozar libremente del placer que nos producía el
contacto de nuestra piel y el sabor dulce de nuestros besos. Obviamente, la temperatura subió a cotas muy altas.
Selín llevaba
puesto un vestido corto y debajo el bikini, con las vueltas y revueltas en la
cama acabó con el bikini solamente, mientras yo permanecía con el pantalón
corto que llevaba puesto cuando llegó, en
el cuál había surgido un persistente bulto en su parte delantera. Era evidente que los dos estábamos muy
calientes.
Decidí dar el
paso y traté de quitarle el bikini empezando por su parte de arriba. Selín no se sorprendió, pero reaccionó con
precaución, dijo que esperara un momento y me pidió que corriera las cortinas
del balcón. Me apresuré a obedecer sus
ordenes, corrí el visillo traslúcido y
luego la cortina que no dejaba pasar la luz, quedándonos en penumbra. Entonces llegó el momento de la acción.
Entre caricias
y besos le quité el bikini, al tiempo que ella hacía lo propio con mi
pantalón. Nos quedamos desnudos. Ya me había dado cuenta de su desinterés por
la religión, pero imaginaba que por las condiciones religiosas del país tendría
poca experiencia, o quizá ninguna, en
relaciones sexuales, aunque hasta ese momento estaba mostrando bastante
desenvoltura. Me había contado que había
tenido un novio en la universidad, pero lo habían dejado, y ella vivía en
Estambul en un apartamento, indicios que hacían sospechar que más de algún
encuentro a solas habrían tenido en su apartamento.
Selín se
hallaba tumbada en la cama boca arriba, en cuanto nos quedamos desnudos me
cogió para que montara sobre ella, ambos estábamos suficientemente excitados
como para no retrasar más el momento de la penetración, pero había que engrasar
un poco más el cauce donde debía actuar el mecanismo que impulsaba nuestros
deseos, de modo que antes de proceder a subirme sobre ella bajé la mano a su
sexo y lo acaricié. Lo acaricié
suavemente, repetidamente, introduje mi dedo, lo introduje varias veces
explorando con la sutil yema de mi dedo corazón aquél cálido refugio de placer,
podía percibir como Selín cerraba los ojos y suspiraba sintiendo el gozo
verdadero que mis hábiles dedos le avanzaban anunciándole la dicha que la
esperaba.
En el momento
de la penetración Selín me pidió que fuera despacio, con suavidad. Actué tal
como ella me había pedido, con toda la delicadeza posible, pensando que quizá
podía ser la primera vez para ella.
Después de los primeros instantes, una vez que penetré en su interior y
empecé a moverme, todo funcionó bien, su sexo se encontraba completamente
húmedo y cálido, de manera que mi pene serpenteaba gozoso sobre toda la profundidad
de su deliciosa hendidura.
De los nueve días
que estuve en Alanya no pasamos con Selín ninguna noche juntos en el hotel, el
deber de regresar a su casa la obligaba, sin embargo desde el primer día que
hicimos el amor no dejó de visitarme al menos una vez por día en mi habitación,
fuera en la mañana o en la tarde. Sólo
tomaba la pequeña precaución de subir directamente por el ascensor sin pasar
por la recepción y al bajar nunca lo hicimos juntos, ella lo hacía primero y al
cabo de un poco lo hacía yo. Lo más curioso
de todo es que tuve una excelente relación con sus padres, nos llevábamos muy
bien y me trataban con plena confianza, debían saber perfectamente que Selín y
yo estábamos teniendo una relación, prácticamente pasábamos el día y la noche
juntos, y además la propia Selín no ocultaba su afecto hacia mi delante se sus
padres cogiéndome de la mano, cogiéndonos a veces por la cintura o reclinándose
sobre mi pecho cuando estábamos sentados en algún sofá. Sus padres, lejos de oponerse a esta
relación, con su afectuosa actitud hacia mí parecían dar su completa
aprobación. Obviamente ignoraban mi
edad, no debían tener ni idea de que yo era seis años mayor que la propia madre
de Selín.
Selín debía ser la más ignorante sobre mi
edad, pues un día preguntando sobre ella me dió 30 años, nueve menos de los que
tenía su madre. Por supuesto, a riesgo
de perderla, de ver desaparecer aquella maravillosa aventura de verano, no pude
decirle la verdad.